jueves, 4 de septiembre de 2008

FICEB 2008: mucho que mejorar



Aunque con algo de retraso a causa de mis múltiples obligaciones laborales, vacacionales, festivas y sociales, por fin estoy aquí dispuesto a desgranar a grandes rasgos las impresiones que me llevé del primer FICEB (Festival Internacional de Cine Erótico de Barcelona) celebrado en Madrid (¿ein?). Dado que el texto que escribí en un primer momento es harto extenso, voy a repartirlo en un par de entregas (o tres). He aquí la primera:

Aunque la historia de mi fin de semana madrileño empieza el viernes, todo lo relacionado con el festival comienza el sábado por la tarde, en la estación de Atocha. Allí debía esperar a Daijiro y el Perezoso, que tenían que llegar vía tren de cercanías de allá por donde Cristo perdió la boina. Espero que esto os haya servido de lección, nenes, y para la próxima no hagáis tonterías y os pilléis un hostal en el centro...


Mis compañeros de fatigas llegaron tarde, lo que me vino de perlas para tomarme un café con hielo y atender una llamada urgente de la naturaleza en un retrete semidigno. Finalmente aparecen y cogemos el tren hasta Fuenlabrada para posteriormente enlazar con el autobús de línea que nos llevaría a la sala Fabrik, lugar de celebración del festival. Como no podía ser de otra forma dada la temática de dicho evento, el avispado lector habrá podido notar por mi relato que la citada discoteca se encontraba situada entre “el quinto coño” y “casa putas”, cerca de “a tomar por culo”. O lo que es lo mismo, lejos de cojones, que también tienen su espacio en el mundillo XXX, pobrecitos ellos (los cojones, digo).


En llegados a este punto, se impone cambiar el estilo narrativo para proceder a un somero desglose de los diferentes aspectos a considerar. Ruego al paciente lector que me disculpe, pero seguro que ya sabía dónde se metía cuando empezó a leer. Así que allá vamos.


1. El recinto


La sala Fabrik de marras parecía la típica macrodiscoteca de la antaño famosa “ruta del Bakalao”. Un par de salas gigantescas con techos elevadísimos y al menos dos alturas, conectadas por un laberinto de pasillos; un espacio al aire libre (con estanques hediondos y patos en remojo) donde cualquier avispado jerifalte del ladrillo podría haber construido una promoción entera de adosados unifamiliares, campo de golf y piscinas incluidos; y en medio de esa inmensidad, un par de carpas de material indefinido, pero definitivamente poco aislante...


2. El aprovechamiento de espacios


Malo de cojones. Mientras la espaciosa sala principal, con sus pantallas gigantes y, lo que era más importante, su aire acondicionado, languidecía sin aliciente alguno para permanecer dentro, en el exterior habían montado las productoras sus stands, con lo que el calor y el sol que lo causaba era achicharrante. Más aún, la mayoría de los espectáculos se celebraban en las mini carpas, que en un momento congregaban a numerosa humanidad sudorosa. Como ya he dicho, la capacidad de dichos recintuchos para aislar del calor sofocante no era precisamente su punto fuerte, con lo que cualquier incursión en cualquiera de ellos para presenciar el show tenía como consecuencia un remedo de aquella celebrada escena de “Aterriza como puedas”... Por si fuera poco, se me derritió un Kit-Kat que llevaba en mi bolso de mano (sí, ahora tengo bolso, ¿pasa algo?) y me pringó todo de chocolate...


Continuará...

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