jueves, 4 de septiembre de 2008

FICEB 2008: mucho que mejorar (y III)


5. Los espectáculos


En general, estuvieron bien, aunque casi todos ellos seguían el mismo patrón: la chavala en el escenario y tres temas musicales: con el primero, bailecito sensual vestida; el segundo iba aparejado del strip-tease de turno y, para el tercero, le tocaba salir a algún voluntario. Voluntario a andar el resto del día con dolor de huevos, por lo que pude ver durante la actuación de Bámbola. La italiana salió con un traje estilo ejecutivo, y casi puedo decir que me puso más cachondo vestida que desnuda. Hay tías a las que les sienta muy bien la ropa formal, y desde luego ella honraba el uniforme. Gloriosa. Tras el despelote saltó al ruedo un voluntario “typical spanish”: moreno, peludo, con patillas bien negras y, pese a su juventud, una notable barriguita cervecera. El tío no perdía ocasión de sobar todo lo que se le ponía delante, así que no dudó cuando la chica le plantó el conejo en la cara. Por desgracia, pudimos comprobar que Bámbola no lucía depilado integral incluso antes de que se volviera hacia el público; concretamente, cuando el voluntarioso voluntario se llevó la mano a la boca para escupir los pelos que se había comido durante los lengüetazos... Desde luego, si la italiana presenció este hecho, no me cabe duda de que su posterior actuación se debió a crueles deseos de venganza: tras bajarle el pantalón al mozo y comprobar que aquello empezaba a endurecerse, le agarró el miembro enhiesto, le echó encima un abundante salivazo y le pegó tres o cuatro meneos firmes antes de subirle los gayumbos y dejar al pobre chaval con poco más que un buen recuerdo para su próxima gallarda.


El mejor espectáculo me lo debí perder, ya que al parecer lo protagonizó Tera Bond vestida de policía... Daijiro dice que estuvo espectacular. Al menos la pude ver en su papel de Lara Croft en la “Hard Zone”. La zona hard era un recinto ovalado con barra central y dos alturas que conectaba con la sala principal a través de un pasillo al aire libre y era, como su nombre indica, el lugar del festival donde los sufridos pajilleros (es decir, aquellos que habían ido allí a ver tetas, y no atraídos por el glamour del género) podían descargar sus penas. Allí, los asistentes podían participar en concursos de gang-bang, bukkake, intercambios de parejas... también era el lugar elegido por el puticlub adyacente, el “Club Social la Moraleja” para que sus muchachas hicieran una buena caja aquella noche, aprovechando las calenturas de los presentes. A fe mía que, si nos hemos de guiar por el constante trajín de clientes y señoritas que entraban y salían entre las rojas cortinas del lugar, lo consiguieron de sobras.


Finalmente, en la sala central pudimos asistir a un espectáculo de porno en vivo, en el que un muy (pero que muy) musculado maromo las pasó algo canutas para que su músculo del amor se pusiera a la altura del resto de su anatomía. Y eso que la chavala no estaba nada mal, pero aquello no se levantaba ni a la de tres. Joder, que eres un profesional, socio... Al final consiguió ponerla algo morcillona y eso fue tirando (sin intención de hacer un juego de palabras), pero el final feliz tampoco fue como para echar cohetes. Dai, el mayor fan de las películas de corridas que conozco, debió sentirse extremadamente decepcionado.

Y, a grandes rasgos, eso es lo que dio de sí el festival. Mucho ruido y pocas nueces, en opinión de este modesto fan que salió bastante decepcionado.

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